Cuando la conciliación es el camino
He participado en numerosas conciliaciones privadas.
Los asuntos en los que ha funcionado son variados. Desde un desahucio por falta de pago del alquiler a una familia con tres hijos menores o una reclamación de cantidad por incumplimiento de contrato a una empresa por parte de una comunidad de vecinos, hasta una reclamación por daños en una vivienda particular a una aseguradora todopoderosa.
Diferentes actores y diferentes situaciones. Todos participaron, acompañadas por sus abogados, teniendo un objetivo común cuando empezaron: ver satisfechas sus pretensiones independientemente de lo que pudiese alegar la otra parte.
Todos de acuerdo en no estar de acuerdo.
Cuando trabajas como conciliador privado, ves a las personas y sus intenciones con perspectiva, desde fuera de la contienda. Eso te permite enfocar y poner luz donde se necesita. La preparación previa del asunto, el trato exquisito a todas las personas intervinientes y experiencia de años de aprendizaje te guían. Visualizas el mapa del conflicto y les invitas a hablar, a deshacer los malentendidos que, en el 90% de las ocasiones, planean sobre el litigio. Al inicio la tensión es alta, las palabras duras y los gestos despectivos.
Los abogados que han dado el visto bueno a una conciliación entre sus clientes y los clientes del otro compañero, suelen ayudar a bajar la intensidad de las acusaciones y contribuyen a crear un clima de diálogo.
Y las personas, inmersas ya en la conciliación, encuentran el camino para entenderse. Y cuando se vuelven a enfangar, porque escuchar las pretensiones de los demás tiene idas y venidas, el conciliador les tiende la mano para que se mantengan a salvo y continúen en la negociación. Tú sigues teniendo perspectiva, esa de la que se carece cuando se está en el medio de un conflicto que te fastidia la vida.
Cuando se está llegando al final de la conciliación, generalmente el objetivo común ha cambiado: todos están de acuerdo en aportar la mejor solución para construir el acuerdo. Curiosidades del procedimiento.
A veces son acuerdos de mínimos, igualmente acuerdos que alejan al fantasma de la contienda en los tribunales de justicia.
Excepcionalmente, hay quien decide manejarse con el agua al cuello y no acepta participar en la conciliación que se le ha propuesto o no consiente en dialogar para gestionar conjuntamente las pretensiones de todos. Entonces todo queda en manos del juzgado que vaya a atender el asunto que no se pudo solucionar en la conciliación.
Y en ese juzgado es posible, o no, que se atienda esa pretensión original de quien no se avino a conciliar y también es posible que se lleve una condena en costas (paga a su abogado y al abogado del otro).
Lástima de no haber tomado el buen camino.
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